CON VUELO PROPIO

Un poncho tiene vida propia. Su confección simple le otorga versatilidad y dinamismo. Su trama le confiere una fabulosa posibilidad; se diría que la mágica virtud de copiar los movimientos de quien lo lleva. Se convierte entonces en un instrumento obediente y dúctil dependiendo de la circunstancia. Sirve las veces de protección frente a las inclemencias del tiempo y resguardo o cobijo por las noches. Puede convertirse en manta o tienda, apero o capote, venda o correa, endiablado escudo o santo sudario.

Un poncho es suave al tacto, pero firme en su carácter. Fiel compañero de travesías e inseparable camarada de aventuras. Cómplice silente e imperturbable, capaz de respetar cualquier confidencia que le haya sido conferida… ¡Un poncho te cuida las espaldas!

Estas cualidades sirvieron como eje central, permitiendo contar una historia. Usando el lenguaje del humor, pudo seguirse cada paso de las actividades de la XXXIII° Fiesta Nacional e Internacional del Poncho en la piel de un gaucho que nos relataría, a lo largo de una secuencia de piezas gráficas independientes, los pormenores de un festival que siempre tuvo mucho para dar.

En las piezas publicitarias se utilizó un lenguaje costumbrista, folclórico (localista si se quiere) –pero que al mismo tiempo rompía con todos los códigos discursivos utilizados en la comunicación estatal hasta ese momento, demasiado formal y conservadora, más próxima al esquema de difusión periodístico que al intrínseco arrojo publicitario-. Jugando muchas veces con la ambigüedad semántica y el doble sentido, cada frase era presentada con picardía, más sin dejar de informar con exhaustividad ni sacrificar todos los eventos y contenidos programados, llegando incluso a aplicarse diferentes niveles de dialéctica.

Los textos estuvieron a cargo de un compañero y amigo que por entonces cumplía la tarea de redactor creativo en la Secretaría de Turismo: Pablo Doering, licenciado en comunicación. Juntos trabajamos en la semiótica, armonizando imágenes y textos que no necesariamente se gestaban en ese orden, permitiéndonos jugar con las posibilidades de una prenda que nació para ser usada por cualquier persona, superando cualquier barrera, incluso la del idioma.