Nuestros antiguos vieron en los cielos la posibilidad de interpretar y explicar las leyes generales del Universo. De esa manera, percibían un vínculo sagrado que resultaba decisivo para la vida cotidiana de toda una comunidad. Allí, estaban escritos los ciclos del tiempo. Se podían vislumbrar períodos propicios y aciagos, distinguir épocas de siembra y de cosecha, presagiar nacimientos y muertes.
En los cielos habitan las divinidades creadoras. Desde el cenit dictan sus propósitos, dibujando códigos que deberán ser descifrados para satisfacer sus designios. Estos Señores Eternos son los que de alguna manera supieron marcar tiempos destinados para la labor y el descanso, correspondiéndole al hombre interpretar decisivamente esas señales evitando de ese modo, el arrebato de la ira resultante de una deshonra, permitiendo seguir con la comulga que garantiza recibir aquellos favores fundamentales de la naturaleza.
Toda celebración significativa se prolonga a lo largo de un determinado tiempo y son sus noches las que serán confiadas como ese momento propicio para amparar la magia que es necesario invocar y al mismo tiempo, exaltar bajo los efluvios de sus lunas.
Un festival se desarrolla transitando fases que van marcando su ritmo. Es por ello que esa asociación directa es puesta de manifiesto en la gráfica del cartel de la XXXIV° Fiesta Nacional del Poncho. Aquí, el tránsito lunar juega de un modo iconográfico con la tipografía, denotando las fases mas desarrolladas, conjugando formas en equilibrio compositivo, contrapesando con las figuras de una pareja que danza al amparo de la luz añil de un plenilunio.
Cual tablado, las tramas de un poncho se extienden a los pies de toda la composición, sirviendo de escenario distintivo, reforzando el concepto, a la vez que perfila el paisaje.
Este trabajo cierra de algún modo, una etapa cumplida durante cinco años como diseñador gráfico para la Subsecretaria de Turismo de Catamarca. Este período marcó significativamente mi trayectoria creativa, acompañado en todo momento por personas de talento con las que conformé un equipo que posibilitó la conjugación de valiosas propuestas con ideas de cambio.
En los cielos habitan las divinidades creadoras. Desde el cenit dictan sus propósitos, dibujando códigos que deberán ser descifrados para satisfacer sus designios. Estos Señores Eternos son los que de alguna manera supieron marcar tiempos destinados para la labor y el descanso, correspondiéndole al hombre interpretar decisivamente esas señales evitando de ese modo, el arrebato de la ira resultante de una deshonra, permitiendo seguir con la comulga que garantiza recibir aquellos favores fundamentales de la naturaleza.
Toda celebración significativa se prolonga a lo largo de un determinado tiempo y son sus noches las que serán confiadas como ese momento propicio para amparar la magia que es necesario invocar y al mismo tiempo, exaltar bajo los efluvios de sus lunas.
Un festival se desarrolla transitando fases que van marcando su ritmo. Es por ello que esa asociación directa es puesta de manifiesto en la gráfica del cartel de la XXXIV° Fiesta Nacional del Poncho. Aquí, el tránsito lunar juega de un modo iconográfico con la tipografía, denotando las fases mas desarrolladas, conjugando formas en equilibrio compositivo, contrapesando con las figuras de una pareja que danza al amparo de la luz añil de un plenilunio.
Cual tablado, las tramas de un poncho se extienden a los pies de toda la composición, sirviendo de escenario distintivo, reforzando el concepto, a la vez que perfila el paisaje.
Este trabajo cierra de algún modo, una etapa cumplida durante cinco años como diseñador gráfico para la Subsecretaria de Turismo de Catamarca. Este período marcó significativamente mi trayectoria creativa, acompañado en todo momento por personas de talento con las que conformé un equipo que posibilitó la conjugación de valiosas propuestas con ideas de cambio.